Con un sorpresivo golpe de efecto derivado de un discurso que pretendió ser casual, la Presidenta anunció finalmente lo que todo el mundo sabía: que se va a presentar en las elecciones en octubre, para revalidar sus pergaminos por cuatro años más. No es ninguna novedad que Cristina Fernández es una gran oradora y esta vez hizo una puesta en escena donde se lució con el manejo de los tonos de voz y de frases destinadas a acrecentar el suspenso, como si lo que estaba anunciando fuese una tarea más de su gestión.

En cuanto a la temperatura, le faltó a la Presidenta convicción de tribuna, aunque no tranquilidad cuando explicó que ella "ya sabía" qué cosa tenía que hacer desde el 28 de octubre, un día después de la muerte de Néstor Kirchner.

Cristina fue canjeando la estrategia del misterio por una seguidilla de frases que iban dejando la idea del "sí", aunque prolongando el suspenso porque nunca terminaba de cerrar el argumento. Con un notable manejo de los tiempos, ella llevó la tensión hasta el final, transformando a cada paso las pistas en certezas. Igualmente, la revelación no dejó de ser alambicada, ya que la Presidenta nunca utilizó en su discurso la palabra "candidata" que permitiera tranquilizar del todo a sus partidarios, quienes se desgañitaban en vítores y a la vez se miraban de reojo para saber si debían seguir aplaudiendo.

Si lo hizo a propósito para no ponerse en un pie de igualdad con otros candidatos. Nunca se sabrá, pero lo concreto es que ahora todos ellos están frente a la ciudadanía en idénticas condiciones, salvo Cristina quien deberá dar cuenta de un desgaste de ocho años y medio.